A lo largo de los siglos las mujeres que iniciaban los primeros pasos para emprender eran ridiculizadas o simplemente censuradas. La historia de las emprendedoras está llena de pulsos. Hoy esos pulsos continúan, principalmente centrados en el cómo: cómo se construye empresa y cómo se mide el éxito. Las cosas han cambiado mucho, pero sigue siendo revolucionario hablar de cuidados en los negocios. 

En el pasado, la única fórmula de las mujeres para emprender era quedarse viudas y hacerse cargo del negocio familiar. Aunque las empresas nunca serían de ellas, sino de sus difuntos maridos. Prueba de ello son las primeras mujeres impresoras, que debían firmar los libros que salían de sus imprentas como “La viuda de…” para no perder la reputación. Pero siempre hubo alguien que iba rompiendo los techos y en España se llamó Juana Millán: En el año 1537 se publica el libro Hortulus passionis, que por primera vez en la historia lleva en el pie de imprenta el nombre de una mujer: In oficina que dicitur de Iuana Milliana

MUJERES QUE SOLO BUSCAN «LLAMAR LA ATENCIÓN»

El espacio de la mujer, no ya en el mundo laboral, sino en el mundo de los negocios se ha ido conquistado pulso a pulso. Uno de esos pulsos que merece ser contado es el de Luisa Rosado, una matrona del siglo XVIII a la que los tribunales le impidieron colgar un cartel para ofrecer sus servicios por cuenta propia. El gremio al que pertenecía, repleto de médicos varones, aludía a su “poca instrucción”, “ridículas expresiones” y su afán por «llamar la atención»; al tiempo que reconocían a los cirujanos de la época su condición de “auténticos expertos en la materia” que “saben lo que deben practicar cuando ocurre dificultad”. 

Y TRES SIGLOS MÁS TARDE…

Lo llamativo es que, aunque de forma más velada y sutil, estos argumentos resuenan aún hoy, tres siglos más tarde. La mujer ya puede tener una cuenta bancaria, dirigir una empresa, emprender proyectos… El trabajo ahora está en el “cómo”.  En cómo se construye empresa, qué cosas hacen falta más allá de los números y, sobre todo, cómo se mide el éxito, tan bien definido por el mercado en términos tangibles. 

Durante el último Login, o encuentro inspirador, de la VI edición de Juntas Emprendemos, que se celebró online este mes de marzo, Eli Rius, socia cooperativista de NUS cooperativa (Cataluña), lo dijo muy claro: “Para mí el éxito de mi empresa es haber construido un espacio propio, [como la habitación propia de Virgina Woolf] en el que he podido llorar durante un día entero, en el contexto de pandemia y confinamiento, y mi empresa ha sido capaz de acoger esto”, de entenderlo, de sostenerlo. “Estábamos cansadas de ser precarias, de tener un jefe, normalmente hombre, que no entendía la conciliación… Y necesitábamos cambiar”, señala Rius sobre el origen que impulsó su cooperativa.

Sobre si es posible o no arrancar empresas con valores feministas, Elena Fernádez de Panduru (Asturias), también fue tajante: “Emprender es una cuestión muy seria. Emprender significa comenzar un proyecto vital en el que está en juego la cobertura de tus necesidades más básicas. Y sí, podemos hacer empresas feministas, partiendo de esos valores, y partiendo de una reflexión muy profunda, en la que te preguntes qué vas a hacer, cómo lo vas a hacer y de quién te va a acompañar en el camino”.  

Las tres mujeres emprendedoras que inspiraron el encuentro aseguraron que les compensaba ganar menos a final de mes a cambio de construir y liderar su espacio empresarial propio, desde el que escribir su propio futuro, haciendo gala de la frase de Angela Davis: “Ya no acepto las cosas que no puedo cambiar; ahora cambio las cosas que no puedo aceptar”. 

Para Patricia Rey, de La Porvenir (Madrid), dedicada a la salud mental, y que participó también en este encuentro como experiencia inspiradora, señala que parte del éxito de su entidad está en visibilizar lo invisible: “La idea es que lo que nos cura son las relaciones de calidad. Y nos dimos cuenta que para sostener un proyecto, y más en este caso de salud mental, no puede ser que mueras en el trabajo de las horas que echas, de que no concilies, y todo eso que se relaciona en el mercado con la profesionalidad, sin atender a lo que ocurre en tu vida privada” y esto, apunta, es “contrahegemónico de partida” y, por tanto, más difícil de llevar a término. Es revolucionario. Y en este sentido, Rey fue contundente: “Cuando os llamen locas, preguntaros si es el entorno el que está loco”.